Revista Arte y Artistas
Diciembre del 2006.

Perfección de habilidades técnicas
Cristina Ruiz


Los críticos neoyorquinos estamos sorprendidos por la habilidad que tiene Cristina Ruiz para capturar la sensación del romance sin caer en el sentimentalismo. Triunfar sobre los cínicos conocedores neoyorquinos con pinturas tan desenfadadamente enamoradas del amor, no es poca cosa. Ya que mientras que los poetas pueden darse el lujo de tratar los asuntos del corazón,

Los pintores sólo pueden seducir a través de medios visuales, pero Cristina Ruiz, conocida en México como "La pintora del amor" es una pintora lo suficientemente virtuosa como para ignorar estas reglas. En su  obra plasma mujeres embelesadas, por ensueños o entrelazadas con sus  amantes, temas tabú que trabaja con ; medios estéticos tan exquisitos que son capaces de encantar hasta a los críticos más renuentes hacia el romanticismo.
En épocas recientes Cristina Ruiz ha intensificado en su obra el elemento surrealista que ya se evidenciaba con anterioridad, que es frecuente en el arte mexicano en general y prominente en el trabajo de Frida Kahlo y otros ejemplos históricos. Sin embargo, en la pintura de Cristina Ruiz el surrealismo y el romanticismo se funden más intensa­mente, lo que produce una síntesis muy acertada y característica de esta artista. El esfuerzo requerido para fusionar estas dos corrientes artísticas con tanta perfección e impregnar en su atrevida propuesta de composición una verosimilitud necesaria, han obligado a Cristina Ruiz a perfeccionar sus habilidades técnicas también. Al menos este parece ser el caso a juzgar por la destreza que ahora adquiere su técnica realista con un grado de refinamiento tal que muchas veces asemeja pintura al temple, por su superficie de luminosidad encendida y sutileza de tonos. Ha logrado integrar con fuerza sus habilidades de dibujo con su destreza pictórica y de esta manera logra, por decirlo de algún modo, penetrar bajo la piel de sus figuras.
Como su gran predecesora, Frida Kahlo, Cristina Ruiz pinta desde las profundidades del alma femenina. Pero a diferencia de Frida, Cristina no es una víctima, ni tampoco una mártir del amor. Más bien es su triunfante mensajera.
Maurice Taplinger
Revista Gallery & Studio, New York
2006 / Fragmento)