Cristina Ruiz comenzó a concebir su obra en una ciudad donde no pocos artistas se han inspirado para crear una obra maestra. Al principio de su carrera, decidió adoptar Paris como punto de partida, y fue ahí donde se integró a un taller de vitrales y restauración para aprender a mezclar pigmentos y hacer sus propios colores, fundir arena para lograr, después de muchas pruebas, el tamaño y color preciso para la creación y reconstrucción de vitrales.
En la experimentación de los materiales y su uso, creció gran una necesidad por conocer las técnicas de la pintura que hasta entonces se le develaban como un secreto. Visitó con gran curiosidad todos los museos descubriendo a su paso lo impresionante que resulta tener frente a sí obras de maestros como Van Gogh, Monet y Sorolla. Éste último influyó de una manera importante en ella. Con él descubrió que la luz era un factor importante para inyectar vida propia a una pintura.
En su constante búsqueda, visitó todas las iglesias, monumentos
y edificios que pudo. Convivió con gente de distintas culturas,
con cotidianeidades ajenas a la propia.
Al llegar a México ya
conocía las técnicas del dibujo y bosquejaba constantemente en
un afán por perfeccionar su trazo. Posteriormente conoció a Guadalupe
Trueba, de quien aprendió el manejo del óleo y sobre todo del
color.
Cristina Ruiz es una pintora con una conciencia artística
bien conformada. Esta determinada a aprender constantemente nuevas
técnicas porque necesita de muchas herramientas para resolver
un cuadro, disfruta mucho su trabajo y necesita cada ves más tiempo
porque nunca acaba de aprender, siempre tiene que estar en todo,
exprimiéndole y sacando el máximo de provecho a sus vivencias.
Las composiciones en su obra son equilibradas, con intuición por
el espacio y las formas que le es innata. El trazo en sus dibujos
es muy limpio y sin titubeos y muchas de las veces los acompaña
con delicadas pinceladas de colores suaves para dar realce al
volumen y las siluetas. Otro de los elementos latentes es la hoja
de oro, que descubrió al llegar a Francia. Aprendió bien su utilización,
aplicándola a sus lienzos para atrapar más luz y dar una textura
distinta a la del óleo, y así jugar con la superficie de sus obras.
Sucede lo mismo con las transparencias, que aplica a manera de
cortinillas creando una sensación de suavidad y de misterio en
sus personajes.
Actualmente la obra de Cristina está enfocada
en las formas femeninas que de una manera sutil nos llevan a pensar
en un todo orgánico, es decir, que la figura de la mujer complementa
los ambientes naturales y los colores de la tierra, que no son
más que una metáfora de la vida, pero de una vida que está en
equilibrio con las demás sin corromperlas.
Cristina le gusta lo
bello, es por eso que utiliza a mujeres de distintas fisonomías
en su trabajo. Para ella es más enriquecedor el cuerpo femenino,
es la fuente constante de sentimientos convulsos y de caminos
sinuosos, en todos los sentidos.
Cristina Ruiz es una pintora
integral en pleno uso de su libertad; es una artista que genera
metáforas de sus vivencias y nos platica a través de su trabajo
sus experiencias, como viajera incansable y protagonista de una
renovación resultado de sus historias andariegas.